miércoles, 28 de enero de 2015

Carnaval Cajamarquino: "guerra de globos", licor, violencia.

Hace unos años atrás surgió la idea de que se desarrolle la actividad “La guerra de los globos” como parte de las actividades del carnaval Cajamarquino. Algunos lo vieron como actividad de diversión, sobre todo, para los jóvenes, éstos que debieron revalorar el carnaval cajamarquino, pero no lo hicieron. Otros percibieron un vandalismo en el comportamiento de esos jóvenes. No se equivocaron porque, además de no promocionar el carnaval cajacho, la violencia  toma presencia todos los fines de semana a mediada que se acerca los días centrales del carnaval del presente año.

La violencia evidente, que cada fin de semana se hace presente,  ha motivado a las autoridades tomen medidas necesarias para que el carnaval cajamarquino no termine en batallas campales apunte de botellazos y lisuras como lenguaje. Restringir el ingreso al centro histórico  es una de las propuestas de las autoridades quienes se reunieron para discutir el tema. Lo están discutiendo. Seguramente, en unos días, veremos la decisión de las autoridades, en tanto los jóvenes continuarán entrando al centro histórico no solo para lanzarse globos con agua, sino para beber, orinara y armar grescas. Las autoridades de Cajamarca tienen un reto en estos carnavales: controlar la violencia o terminar sometidos como fueron en años anteriores.

Para finalizar, el comportamiento, educación de los jóvenes y adolescentes tiene que ver mucho en el hogar. Si los padres forman bien a sus hijos, éstos difícilmente podrán salir a la calle a beber y armar violencia. Pero si la formación es débil en el hogar, donde se bebe junto a los hijos, estos no dudarán en salir a la calle a beber.


Que  el carnaval cajamarquino haga un milagro a que la violencia no sea parte de sus actividades.    

miércoles, 14 de enero de 2015

"Noche de fin de semana".Algo de literatura.

NOCHE DE FIN DE SEMANA
Esa noche de fin de semana, cuando el frío era punzante y el viento hacía flamear el cuello de nuestras chaquetas, se escuchó el diálogo de dos personas quienes se encontraban en una esquina de la sala de la cafetería donde la sombra de una lámpara los ocultaba a ambos.
El diálogo era el siguiente:
_Buenas noches, ¿me permite que me siente?
_ Pero… ¡claro!
_ ¿O está esperando a alguien?
_ No, siéntese…  no espero a nadie.
_ Mi nombre es José, José Noam.
_ Qué gusto, encantada de conocerlo, señor Noam.
_ El gusto es mío.
_ ¿Usted espera a alguien?
_ No, sólo vine a tomar un café y a sentir el vivir de esta ciudad andina llamada Cajamarca.
_ ¿Solo?… ¿Sin ningún amigo o amiga con quien charlar en esta noche álgida?
_ Sí, solo. Porque sentí estar solo hasta que la noche me envuelva en sus pliegos oníricos y profundos.
_ ¿Cómo se fijó de mí?
_ No sé, sólo alce la mirada y, de allá, de la esquina de la otra mesa, la vi tan sola como esperando a alguien. Después me di cuenta que a nadie esperaba. Y mirándola de reojo me pregunté: “¿qué motivos me impiden acompañar a una señorita que se encuentra sola en una cafetería, en una cafetería tratando de dejar pasar el tiempo?”
_ Sólo decidí, también,  tomarme un café.
_ ¿Sola?
_ Sí, sola, pero… ¿acaso es un problema tomarse un café sola?
_ No lo es.
_ ¿Entonces?..
_ Perdón, qué  tonto soy y qué pregunta más…
_ No, no me pida perdón, sólo sé que se equivocó y por eso no es necesario que me pida perdón
Las campanas menores de la iglesia Catedral iniciaron a repeler campanazos agudos en número de nueve, señal de las veintiún horas del día viernes fin de semana. La cafetería se ahogaba con olor a café y a cigarrillo. Desde la cima de la iglesia San Francisco, un ave oscura remaba con sus lentas alas con dirección a la colina Santa Apolonia. Las nubes se habían disipado en el firmamento andino, la luna llena rodaba de este a oeste.
_ ¿Cuál es su nombre? 
_ ¿No le dije mi nombre?  
_ No, sólo me dijo que había venido a tomarse un café.
_ Me llaman  Dolí, pero realmente soy María Dolores Trujillo.
_ ¿A qué se dedica?
_ Soy abogada de profesión y madre que hace de padre.
_ ¿Cómo es eso madre que hace de padre?
_ ¿Qué, no entiende, no...?
_ ¡Ah!…Qué lástima.
_ ¡Lástima!… de qué, ¿por ser abogada?
_ No, nada de eso.
_ Entonces, por qué dice qué lástima. 
_ Por la rabia y tristeza que usted muestra. Lo otro no es ningún pecado:ser madre soltera. Además, una mujer como usted no puede, por motivo alguno, ser dejada de lado. Ningún canalla, ningún patán, ningún…
_ Pero existe ese canalla, señor Noam. ¿Quiere que le diga cómo es ese desgraciado?
_ No, no es necesario.      
_ Han de haber muchos como él, que la sociedad los protege, los adula… 
_ ¿Usted cree?
_ Por supuesto. 
_ Usted, que conoce las leyes, ¿por qué no denuncia a ese irresponsable?
_ No vale la pena, sólo me basta estar junto a mi hijo.
_ Haber_ poniendo las manos de él sobre las de ella_ dígame ¿por qué no vale la pena?
_ No lo sé, pero sí sé que es un desgraciado.
_ Tranquila, no se deje dominar por las malas emociones. Hace daño. Pero…dígame, ¿cuál fue el motivo por la que la dejo?
_ No lo sé…bueno ¿a qué viene tantas preguntas?, ¿se ha venido a la cafetería a tomarse un café o a interrogarme?, ¿se acercado a interrogarme o hacerme compañía?        
_ Sólo curiosidad, perdón.
_ ¿Curiosidad?, ¿de qué? 
_ Para conocerla...  
_ Ya me está conociendo_  Ella tragó un sorbo más de café de la taza de color nogal barnizado_  He hablado de mí, pero usted no me ha dicho nada de su vida. 
_ ¿Qué quiere que le digade mí?
_ No sé, la misma pregunta que me hizo.
_ ¿Cuál?
_ ¿A qué se dedica?
_ Soy periodista y profesor.
_ ¡Periodista! Carajo_ dejó, sorprendida, la taza que aún la tenía en su mano derecha. Su voz volvió a encenderse de ira.
_ Sí, periodista, ¿dije algo malo?
_ ¿Por qué no me dijo antes que era periodista?
_ Pero, ¿cuál es el problema?
 _De haber confesado mi vida privada, seguro que ha de publicarlo, seguro que he de   salir en algún reportaje en el suplemento de fin de semana, seguro…
  _ Un momento señora Doli, ni siquiera comienza a conocer algo de mí, ni termina…
  _ Ni termino de conocer quién es usted.
  _ ¡Exactamente!
  _ Discúlpeme.
  _ No pida disculpas. Usted me enseñó a pensar así.
  _ Pero por esta vez discúlpeme.
  _ La verdad es que…No estoy haciendo ningún trabajo periodístico, sólo he venido,   como usted, a tomar una taza de café, a dejar pasar los minutos de la noche, a matar este insomnio que cabalga en mi lecho de velas y, a esperar, en este fin de semana, que me dé ganas de ir a dormir. Y a esperar, también, que la soledad se duerma y yo pueda descansar con tranquilidad. Porque a veces siento que la soledad se disgusta con migo y me pone en nostalgia.
  _ Bueno, a qué  más se dedica.
  _ Soy profesor, profesor de letras: literatura.
  _ No, mejor dicho si es casado o soltero.
Eran las diez de la noche. Los mozos, de una mesa a otra, como si estuviesen en concurso,  pasaban los cafés humeantes. La mujer volvió a tomar un sorbo más de café y escuchó a su interlocutor.
  _ Soy soltero. Un joven que se amista y discute con la soledad que por momentos me tiene entre sus garras y me arrastra en vuelo. Pero a veces la someto a mis dominios.
  _ ¿Cómo puede vivir un joven tan solo como usted?
  _ ¿Cómo?... vive así como  usted lo hace: como madre soltera. Así como está usted aquí tomándose  un café que sabe a amargo porque así lo desea. Así como usted está inmerso en sus leyes. Así como en este fin de semana tratando de conocer a una persona como usted. Así se vive, entre los vaivenes de la vida, que nos da oportunidades o nos arroja al espacio reciclado. Todo depende de lo malo o bueno que podamos hacer.
  _ No, me refiero sin compañía de una mujer, a la mujer que quiera
  _ ¡Ah…a eso se refería! Pero… ¿qué es usted, acaso no es mujer?
  _ Sí, soy mujer. Me refiero a la mujer que ame. A la mujer que…
  _ Ya la comprendí. Cómo no  voy a estar acompañado de la mujer que amo,  si a ella acabo de conocerla
  _ ¿Dónde?, ¿cuándo?, ¿quién es?_ se apresuró a preguntar ella.
  _ Aquí, hoy… y es usted.
Las dos tazas quedaron vacías sobre la mesa color nogal. La Luna, en toda la noche, circulaba como un disco ceniciento. La ciudad andina comenzaba a quedar en silencio. Las dos personas que dialogaban en la cafetería dejaron atrás el ambiente y se perdieron tras tomar un taxi. Después de media hora, ambos en sus propios tálamos de sus respectivas viviendas, trataban librarse de la soledad. Era la una y treinta minutos de la madrugada.