jueves, 28 de enero de 2016

Vuelve los "Cuentos del tío Lino"... vamos al encuentro.

"Cuentos del tío Lino" en su duodécima edición se  presenta este viernes a las 7 pm en el Instituto Nacional de Cultura de Cajamarca.  La obra, de don Andrés Zevallos, se publica en tres idiomas: Castellano, Inglés y Quechua.  En material e ilustraciones de primer nivel.  

La conocida obra, que recoge la tradición cajamarquina, en especial de la zona rural, es editada por Lluvia Editores y por don Ulises Gamonal Guevara, quien es investigador de la tradición jaena. Lluvia Editores ha publicado varias obras de escritores cajamarquinos. Está dirigida por don Estaban Quiroz Cisneros.

Una de sus características de los cuentos es la presencia del lenguaje propio de los hablantes de la zona rural de Cajamarca. El mundo mitológico andino es otra de sus características. Su autor este año cumple un centenario de existencia. Nos informan que en la presentación de esta edición estará presente. Así que vuelve los "Cuentos del tío Lino"...
vamos al encuentro del tío 

lunes, 25 de enero de 2016

Transfugismo y oportunismo sin vergüenza...seguimos jodidos.


Sin duda, con la actitud de los que dicen ser políticos en este proceso electoral en que elegiremos no solo a un nuevo presidente del país, sino, además,  a legisladores de uno de los poderes del Estado, el Perú continúa su rumbo a seguir jodiéndose.  Nuestro país, desde el momento en que nació como República, pareciese que continúa su derrotero a una nación del oportunismo y de los que observan ese oportunismo.  Esto debido a que no tenemos una sociedad debidamente estructurada y definida. Por el contrario vemos una élite  que no se preocupa de fortalecer la nación, sino de beneficiarse así misma. Que no nos extrañe porque es histórico.

Los movimientos políticos y los pocos partidos políticos que quedan, en esta campaña electoral que está en proceso, nos han mostrado el comportamiento indignante de los “políticos”. No representan a una organización política, sino a sus propios intereses. El transfugismo es descarado y de poca vergüenza en los candidatos.  El pragmatismo mediático  se superpone a la doctrina de la organización política, cambian de movimiento político como pasaran de una combi a otra.

En tanto, el electorado que observa solo espera el día “D” y ahí tomará una decisión  para mal o para bien. Lo más seguro es para mal.  Tenemos políticos  “nómades” que  abandonan sus partidos para ubicarse en otros no para defender a quien representa, sino para enriquecerse con leguleyadas a favor de los grandes poderes fácticos. Lo sorprendente es que las reglas de juego, es decir, la ley para acceder a ser autoridades en procesos electorales no elimina todo aquello que hace daño a la democracia. Sobre todo no ayuda a fortalecer la democracia política en nuestro país.

 Desde la instalación del modelo neoliberal en el Perú, en los años 90, los clubes de amigos se convirtieron en Movimientos Políticos y son éstos los que gobiernan el Perú en medio de acusaciones de corrupción. Nadie hace nada para cambiarlo. Todos solo miran como vamos al barranco de la destrucción de nuestro país como Nación. Corrupción en las instituciones del Estado, delincuencia organizada expresada en el sicariato, un Estado ausente y si está presente es para ser cómplice, organizaciones sociales enfrentadas con las instituciones del Estado… son expresiones con las que caminamos a destruir el país de los antiguos peruanos y de los de hoy.  

En este proceso electoral es evidente  que pretenden apoderarse del Estado no  candidatos que representen al electorado, sino tránsfugas oportunistas que buscan empleo como autoridades y enriquecerse con los arreglos tras el poder político que está subordinado por el económico. La captura del Estado por estos independientes nos hace que avancemos al final de la Republica fundado luego de la independencia. Un final nada bueno, sino de destrucción de las instituciones y de la moral de una nación.

 Pero no solo es pesimismo y crítica visceral, sino propuesta y esperanza de cambiar nuestra nación. Solo se logrará con la reforma de la ley de los partidos políticos, una reforma profunda que extirpe de raíz a los movimientos políticos mediáticos  sin doctrina, sin organización. Que expulse y castigue a los tránsfugas mediáticos y oportunistas.  También se logrará con la iniciación de la conciencia política de la sociedad civil, es decir, la ciudadanía tiene que informarse y educarse en política porque ésta no es mala, sino está siendo mal practicada.  La ciudadanía tiene que observar de cerca a los políticos y con las leyes hacer que fortalezcan nuestra democracia política.           


jueves, 14 de enero de 2016

El asesinato de una niña llamada "Carmelita"


Luz  Carmela Vásquez  Sifuentes,  a quien la prensa cajamarquina, después de su muerte la llamó Carmelita, apareció sin vida en el hospital de Cajamarca. La niña había  sido trasladada de la casa de su empleador donde trabajaba como niñera, al nosocomio local. Contaba con 13 años de edad y era hija de una madre humilde llamada Teófila Sifuentes Flores, quien también trabajaba para poder dar de comer a sus hijos.

La niña, sin vida, estaba ya tendida como hoja arrancada de su rama en uno de los cobertores del hospital regional. El caso fue tomado por un sector de la prensa y se difundió en toda la ciudad.  El día 01 de agosto del año 2000, se inició el calvario para la señora Sifuentes, Carmelita  apareció sin vida.

_ Tú trabajas mucho por nosotros, deja que te ayude mamita_ le había dicho la niña a su progenitora después de ver que no alcanzaba el dinero que ganaba doña Teófila. Carmelita, luego de dejar sus estudios, se dedicó a buscar trabajo a pesar de que su madre le había dicho que siguiera estudiando. Sin embargo, ella ya tenía en mente contribuir con el ingreso económico de su familia sin saber que encontraría, también, la muerte a corta edad.

A los pocos días de tanto buscar empleo, una amiga de la señora Teófila, convenció a que su hija vaya a trabajar en la casa de una familia de apellido Pereira. Sin perder tiempo Carmelita comenzó a trabajar como niñera-niña: cuidaba a Joanna, una niña de una familia de condición económica acomodada gracias a la presencia minera en Cajamarca. La  hija de doña Teófila ganaba, al mes, cien soles, sin ningún otro beneficio.

Corrían las horas del día 01 de agosto del 200. A la señora Sifuentes le avisaron que su hija se  había puesta mal de salud y que la habían llevado al hospital regional de Cajamarca. Ella, desesperada y con el llanto en la garganta, salió de su humilde domicilio con dirección al hospital que aún quedaba en la avenida Mario Urteaga. Al llegar, sin ninguna compasión, le dijeron que su hija estaba muerta. Desde ese momento, la tranquilidad, en la señora, era incontrolable.  Se puso a llorar buscando explicaciones de la muerte de su pequeña. Exigía que la dejaran ver a su hija, pero no la permitían.

_No me permitían verla. Me exigían que diga de qué mal sufría. Les contestaba de ninguno. Ella es la más sana de mis cinco hijos, nunca se enferma. Pedí que me dejaran verla. Me botaban fuera de la morgue, de ninguna manera querían que la viera. Hasta que empujando entré y la destapé un poquito y pude verla golpeada con una marca en el cuello y los labios morados. Me sacaron a empujones. Yo gritaba como loca por mi Carmelita_, declaró doña Teófila para la prensa cajamarquina como para el diario capitalino La Primera. 

Todo inició, según las versiones de doña Teófila, cuando, por descuido, la niña Joanna, había caído al piso y se  había golpeado la cabeza. La pequeña fue trasladada a una clínica local. Al conocer el padre el accidente de su hija, acudió a su casa y golpeó a Carmelita violentamente. El diario La Primera, sobre el  tema, escribe lo siguiente: “fue furioso a su casa y la emprendió a golpes contra la indefensa Carmelita y en el colmo de la violencia le apretó el cuello hasta asfixiarla. Cuando la niña cayó al suelo inconsciente, se asustó y la llevó al hospital donde llegó cadáver”. Los demás diarios locales no decían casi nada al respecto.

Ante la muerte de la pequeña Carmelita, al responsable del asesinato, aprovechando su solvencia económica, no le quedó inventar alguna cuartada para librarse de la responsabilidad. “De inmediato y con el poder que le daba su status de trabajador de Yanacocha y de contar con medios económicos, el señor Pereira ‘convenció’ primero a médicos y enfermeras y después a fiscales y jueces que Carmelita se había caído en su cocina porque sufría de alguna enfermedad y había muerto, que él no tenía nada que ver. Por supuesto que lo de su hijita quedó en nada porque había sido un golpe sin importancia”, apuntó La Primera, único diario capitalino que había hecho público el caso. Después, César Hildebrant entrevistó a la señora Teófila, en su programa.

La señora Sifuentes, sola, abandonada y sin que nadie la pueda asesorar, se encontraba en un momento de desesperación. Sólo las lágrimas de sus ojos humildes la acompañaban. Buscaba explicaciones de la muerte de su adorada hija. Ésta, según declaraciones de su madre, no sufría ningún tipo de enfermedad. Por el contrario, era la más sana de todos sus hijos.

Teófila, ese día 01 de agosto, con lágrimas en los ojos que no dejaban de escurrirse  por su tez marchita, luchaba para que la  dejaran ver a  Carmelita. Empero,  al interior del hospital, ya se había armado un argumento que  era el siguiente: “Entonces empezó la maquinaria a repetir que no dejaban ver el cadáver de la niña porque habían descubierto que sufría de un mal que podía contagiar, para después emitir el diagnóstico embolia pulmonar aguda por embolo metastásico". La madre de la niña no creí en ese argumento, porque sabía muy bien  que su hija no sufría de ningún mal. Algunos medios locales, reducidos, la apoyaron en buscar, desde ese primer día, justicia. Justicia que la llevó hasta el final de la verdad.
  
“Teófila tenía la certeza de que Pereira y su esposa tenían que ver con la muerte de su Carmelita y empezó su vía crucis por todos los medios de comunicación de Cajamarca. Hasta que se presentó su hada madrina en la persona de la vicedecana del Colegio de Periodistas, Consuelo Lezcano, quien desde entonces se convirtió en su protectora y juntas empezaron su lucha por alcanzar justicia. También de Iván Salas, Vicepresidente del Frente de Defensa de los intereses de Cajamarca y del periodista Andrés Caballero. ‘Sola no hubiera logrado nada’ ”[1]. Sin poder hacer algo, la señora no tuvo más que contemplar el entierro su hija en el cementerio local; sin embargo, ya tenía en mente llegar a la verdad.

La madre de la niña asesinada, después de enterrar el cadáver de su hija, después  de vender el único terreno que tenía, se trasladó a la ciudad de Lima en busca de la verdad, en busca de justicia que tanto buscan los pobres y nunca encuentran, en busca de las causas por la que murió Carmelita, en busca de las pruebas legales del asesinato y, de este modo, agregar una prueba más en el juicio. Tuvo que dejar sus demás hijos por buscar justicia. 

En la capital limeña, sin tener donde hospedarse, sin tener donde pasar la noche, sin tener qué comer, la madre dolida espiritualmente, comenzó a gestionar a que médicos legistas llegaran a Cajamarca y exhuman el cadáver de su hija. Pero la exhumación del cadáver no fue nada gratis, la señora Sifuentes, a pesar de su pobreza, tuvo que pagar una fuerte suma de dinero. “En las noches dormía en el Parque Universitario, pero no me importaba, quería que se compruebe la verdad de la muerte de mi hijita", declaró la señora no sólo al diario  La Primera, sino a la prensa cajamarquina que le ayudaba.

En Cajamarca había personas que la apoyaban desinteresadamente, entre ellas eran: Consuelo Lezcano, periodista cajamarquina; Ivan  Salas y Andrés Caballero, también periodistas. Éstos estuvieron muy cerca de la señora Sifuentes apoyándola espiritual y económicamente. Sin embrago, hubo un periodista que, lamentablemente, se aprovechó de la situación en que vivía la señora Teófila. Ese periodista, quien hacía de reportero y entrevistador en algunos canales televisivos, quien estaba inmerso en muchas actividades periodísticas y hasta  como maestro de ceremonia, se aprovechó del dolor y de la pobreza de la madre en desgracia. Negoció_ según las declaraciones de la madre de Carmelita_ algunas fotografías que le había entregado la señora Sifuentes con la intención que la publicara. Empero, lo que sucedió es que, el periodista, se había dirigido a uno de los familiares de los responsables de la muerte de Carmelita para vender las fotos y hacerse de esta manera de un poco de dinero. La conciencia, a ese hombre de prensa, le debe estar matando en vida. Este hecho vergonzoso, para los hombres que practican el periodismo, fue denunciado, en muchas oportunidades, en diversos medios de comunicación local por la señora Téofila con el llanto en la boca.     

Los médicos legistas, por fin,  llegaron a Cajamarca. No bien arribaron emprendieron el trabajo por lo que habían venido: exhumar el cadáver de la niña Luz Carmela Vázquez Sifuentes. La prensa Cajamarquina, de los escasos periodistas que se habían interesado del caso, estuvo presente en la exhumación. Del mismo modo, la presencia de la señora Sifuentes, con lágrimas que bañaban todo sus pómulos tersos y maltratados, conmovía no sólo a las autoridades legales; sino a las personas que habían ido a acompañar a la dolida madre.

Los médicos, luego de exhumar el cadáver, examinaron paso a paso el cuerpo inerte y descompuesto de la niña. Después concluyeron que ella había sido muerta por una mano extraña  que pertenecía a una persona, conclusión que tiro por los suelos el argumento de los médicos del hospital regional de Cajmarca que habían visto el caso. “Y la verdad fue revelada cuando los médicos limeños examinaron el cadáver de Carmelita y comprobaron que tenía huellas de golpes en diferentes partes del cuerpo y que había sido asfixiada, dando su diagnóstico final ‘asfixia mecánica por mano ajena’”, dio a conocer el diario La Primera.

La madre de la niña, al conocer que su hija había sido asfixiada por una mano ajena, estalló en llanto que por momentos parecía que le hacía desfallecer. Sin embargo, ella era fuerte y con palabras concisas y llenas de dolor dijo:
_ Yo sabía que a mi hijita la mataron _

 La exhumación del cadáver permitió que la persona responsable fuera procesada y condenada por el poder judicial. “Pereira fue condenado a la suave pena de 4 años de prisión y 10 mil soles de reparación civil, pero ante la apelación del abogado ad-honorem de Teófila, aumentaron la pena a cinco años. Pero por esas cosas extrañas que suceden, ahora resulta que según la policía cajamarquina, Pereira no es habido y por lo tanto no puede cumplir su sentencia”, concluyó su artículo el diario La Primera.

La sentencia contra el responsable se hizo público no sólo en los medios locales; sino a nivel nacional. El juez encargado del caso dio el veredicto, empero el acusado seguía libre. La señora Sufuentes, al ver que el acusado no era detenido, inició a visitar los medios de comunicación para exigir a las autoridades cumplan con la ley, la justicia."Estamos recurriendo a todas las instancias para lograr que se haga justicia a esta madre. Hemos tocado las puertas del Congreso de la República y de otras instituciones y así seguiremos, este crimen no debe quedar impune", dijo la señora  Lescano con la esperanza que algún día el responsable pague su pena no a la justicia; sino ante su conciencia misma como Calígula lo pago en vida.

A mediados de 2008, en el mes de junio, la señora Sifuentes volvió a los medios de comunicación con la intención de seguir buscando la justicia que aún no la tenía. La justicia que castigara al responsable de la muerte de su pequeña hija, ésta que fue estrangulada por manos de un enfermo. “No pararé hasta que el responsable de la muerte de mi hija cumpla con su castigo. Me han amenazado, pero yo continuaré hasta el final, hasta donde pueda ir. Pido a las autoridades del Poder Judicial que hagan justicia”, declaró a la prensa la señora. En estas declaraciones ella volvió a declarar del comportamiento del aquel periodista que se aprovechó del dolor de la madre de Carmelita. De esta manera, la humilde madre, vivía sólo para buscar justicia para su hija a quien tanto adoraba.

Después de dos años, cuando la muerte de Carmelita había desaparecido de las redacciones de los medios, la señora Teófila Sifuentes volvió a declarar a los periodistas cajamarquinos. Era lunes del 05 de abril del 2010. Para ese día había sido programada la sentencia para los responsables de la muerte de su hija; sin embargo lo habían suspendido para otra fecha del mismo mes. “No pararé hasta encontrar justicia por la muerte de mi hija”, insistió en declarar ante la prensa.  Para el 08 de junio del mismo año la señora Teófila, con ayuda de la periodista  Consuelo Lezcano, denunció a la prensa cajamarquina quejándose porque el Poder Judicial pretendía archivar el caso.  Del mismo modo daba a conocer las amenazas que recibía de la familia procesada por  la muerte de su hija.





[1] www. laprimera. com