Campesinos de Bambamarca |
La disposición del TC al ejecutivo, del
gobierno de Ollanta Humala, a que page los bonos actualizados de la Reforma Agraria, ha hecho recordar las
rencillas y los conflictos que vivió la clase campesina frente a la oligarquía
de latifundistas representados en los hacendados herederos de los encomenderos
de la colonia. Rencillas y conflictos que terminaron en violencia y hasta en
baño de sangre. Lo lamentable es que, en ese conflicto, el Estado no actuó como
un verdadero reformador y reconciliador, sino en aliado de esa oligarquía como
sucede ahora en el conflicto de la minería ante las comunidades que la rechazan.
Los herederos o mejor dicho los hijos de esa
clase campesina de los años 50 y 60, que se movilizaron para terminar en la Reforma
Agraria de 1969, ante la noticia del pago de los bonos de dicha Reforma, no han
hecho más que hacer público sus resentimientos de rechazo y odio a esa clase que tenía el poder en las manos. El problema
de no poder construir Nación en nuestro
país no es tanto por ausencia de políticas, sino por un problema psicológico de
un sector social.
Si bien el máximo organismo jurisdiccional
como es el TC a dispuesto que se page
los bonos a los herederos de los antiguos hacendados, también es necesario que
otro organismo, que puede ser el mismo Estado, muestre un gesto donde cierre
las heridas ante el vejamen y
humillación que vivieron los antiguos campesinos. Los hijos de éstos, a pesar de los años que han
pasado, arrastran aún el problema psicológico que todavía no está
tratado. No está curado. Ese problema es
el resentimiento y odio de una clase que hasta el momento es golpeado por el
actual gobierno y los poderes fácticos que, al parecer, manejan el destino
político del país.
Es mucho conocido, que los movimientos
campesinos de los años 20 primero y los 50 y 60
después, terminaron, en muchos casos, en represión y pérdida de vidas.
Como murieron campesinos en Cajamarca por la balas de los policías de los
gobiernos de entonces. A esto se suma la humillación a que fueron sometidos los
campesinos con la servidumbre método semifeudal que utilizaron los hacendados
de entonces. Hasta hoy, ya de avanzada edad, todavía viven campesinos que
cuentan los vejámenes que vivieron en las haciendas. Este resentimiento es la
herida que todavía no cicatriza en el Perú y que, los últimos movimientos socios
ambientales, los están supurando y el odio no desaparece.
Es verdad que el campesino ahora tiene la
tierra y viven de ella, pero lleva por dentro un dolor psicológico que aún no
está tratado. Los últimos gobiernos continúan maltratándolo y considerándolo
como ciudadanos de segunda categoría.