Jholer Cabanillas |
Su nombre es Jholer
Cabanillas. Dice vivir en el barrio Pueblo Nuevo al este de la ciudad de Cajamarca. Me acerqué a preguntarle si era
el niño que tocaba el violín hace unos años atrás en el mismo lugar que lo
encontré una noche de fin de semana de este año. Me dijo que era él mismo pero
que, ahora, no tiene siete años sino diecisiete. Había pasado el tiempo. Él había
crecido y ya no se notaba un niño sino un joven que no había olvidado lo que
aprendió en su niñez: a tocar el violín.
_ ¿Quién te enseñó tocar el violín?_ le pregunté esa noche
mientras el frío punzaba por detrás de los oídos y los faroles de las luces
tiritaban al final de las calles que desembocan en la plaza de Cajamarca donde,
hace poco, miles de cajamarquinos se concentraron para defender las lagunas que
se encuentran en las alturas de Conga.
_ Mi papá_, me respondió con una voz tímida mientras afinaba las cuerdas de su
pequeño violín y, como siempre, el frío arreciaba a medida que pasaba los
minutos de ese viernes del mes de agosto.
_Tienes que cambiar de violín_ le sugerí. Pero el delgado joven no alzó la
mirada y solo un pequeño mechón de su lacio pelo pendía por su frente. No me
contestó porque estaba concentrado en afinar su instrumento. Al acercarme más
me di cuenta que él había crecido pero el violín no, seguía para que lo tocara
un niño.
Jholer Ahora es un
joven. Se había ubicado en el mismo lugar cuando era niño para tocar el violín.
Ahora que ha pasado el tiempo, ya no es el niño
de siete años que tocaba su instrumento en una esquina de la plaza principal de
Cajamarca. Por aquellos años el menudo niño llegaba a ese lugar donde siempre
se ubicaba, abría el estuche de su violín y en medio del frio andino de
Cajamarca, las notas de su instrumento comenzaban a escucharse entre el leve
viento que soplaba con dirección a la colina Santa Apolonia.
La plaza no estaba muy desierta esa noche. Por el contrario
había turistas que habían llegado para conocer Cajamarca. Varios de ellos, al escuchar las notas del
violín, se acercaron y después de escuchar la interpretación de un tema,
pusieron monedas en el estuche del violín. Otros, que paseaban alrededor de la
plaza, se acercaban un momento y luego colaboran con unas monedas. A eso de las nueve de la noche, el joven se retiraba
para retornar otra noche como siempre lo hacía cuando era niño.
Si desean conocer de cerca
a Jholer Cabanillas, usted lo
encuentra los fines de semana en una esquina de la plaza principal de Cajamarca
interpretando temas con su instrumento cuyo sonido llega al fondo del alma como
son el son de los violines. A eso de las ocho de la noche
lo encuentra conversando con su violín tratando de calentar las noches álgidas como las ciudades
andinas, sobre todo Cajamarca.
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