Indudablemente, lo que motivó la expulsión del congresista Jorge Rimarachín Cabrera del ¿Partido Nacionalista? fue lo que declaró en un medio de la capital al decir que la captura del terrorista “Artemio” fue una cortina de humo para minimizar la Gran Marcha del Agua. Estas declaraciones no sólo indignaron a los altos dirigentes ollantistas incluido Abugatas que es cuestionado al interior del Congreso, sino al mismo presidente Ollanta Humala quien, si se habla de traición, tiene que explicar también la traición a los cajamarquinos, quienes así lo entienden. La expulsión del congresista no creo sea favorable para la bancada nacionalista, salvo que después la bancada se confabule con el fujimorismo.
Lo que sucede con Rimarachín es lo que sembró con su “líder” en campaña política presidencial. Él y el hoy presidente de la república se comprometieron a defender los interese de los cajamarquinos. Que primero será el agua y la vida y de después lo demás. Se comprometió a defender a los cajachos contra la minería abusiva y soberbia.
Sin embargo, cuando los objetivos estuvieron logrados, su presidente cambió, como lo hicieron los caudillos en la historia. Se olvidó de todo lo que dijo. Incluso se atrevió a enviar al ejército para poner sus botas corruptas en la plaza principal de Cajamarca. Ante esta situación Rimarachín quedó entre dos paredes: el de su partido y el pueblo de Cajamarca que no sólo lo eligió a él sino al actual presidente. En las movilizaciones comenzó a trabajar en dos paredes. Un momento en una pared y en otro en la otra. Un mismo zorro político. Pero esta vez el zorro se equivocó. Vociferó contra quienes lo llamaron para ser congresista. En política hay grandes errores que se pagan por el desprecio del pueblo o la traición de su agrupación política como lo han calificado sus compatriotas.
Lo que sucede con Rimarachín no es más que el avance de la crisis de los partidos político en el Perú. Hoy no existen partidos sino reuniones de amigos, clubes de amigos que se reúnen en una cantina para poner en marcha un proyecto político. Cuyas intenciones no es servir al pueblo sino hacerse del poder para servirse. Antes de tener doctrina poseen porcina maligna que se confabula rápidamente con los grandes poderes económicos. De modo que no llama la atención que otros nacionalistas puedan separarse del Club de amigos de Ollanta Humala.
¿Rimarachín expulsado? No, pronto lo reincorporarán. Mi hipótesis es que el Tribunal de Ética del Club de compatriotas, que lo encabeza su amigote Werner Cabrera, pretende dar la impresión que el PNP es una organización política con bases y vidas orgánicas en Lima y en las provincias. Cosa que es una falacia. En Cajamarca no existen nacionalistas. Apenas se reúnen seis personas incluido el Gobernador Ever Hernández. Ni siquiera tienen local partidario.
Lo que sucede con Rimarachín es lo que sembró con su “líder” en campaña política presidencial. Él y el hoy presidente de la república se comprometieron a defender los interese de los cajamarquinos. Que primero será el agua y la vida y de después lo demás. Se comprometió a defender a los cajachos contra la minería abusiva y soberbia.
Sin embargo, cuando los objetivos estuvieron logrados, su presidente cambió, como lo hicieron los caudillos en la historia. Se olvidó de todo lo que dijo. Incluso se atrevió a enviar al ejército para poner sus botas corruptas en la plaza principal de Cajamarca. Ante esta situación Rimarachín quedó entre dos paredes: el de su partido y el pueblo de Cajamarca que no sólo lo eligió a él sino al actual presidente. En las movilizaciones comenzó a trabajar en dos paredes. Un momento en una pared y en otro en la otra. Un mismo zorro político. Pero esta vez el zorro se equivocó. Vociferó contra quienes lo llamaron para ser congresista. En política hay grandes errores que se pagan por el desprecio del pueblo o la traición de su agrupación política como lo han calificado sus compatriotas.
Lo que sucede con Rimarachín no es más que el avance de la crisis de los partidos político en el Perú. Hoy no existen partidos sino reuniones de amigos, clubes de amigos que se reúnen en una cantina para poner en marcha un proyecto político. Cuyas intenciones no es servir al pueblo sino hacerse del poder para servirse. Antes de tener doctrina poseen porcina maligna que se confabula rápidamente con los grandes poderes económicos. De modo que no llama la atención que otros nacionalistas puedan separarse del Club de amigos de Ollanta Humala.
¿Rimarachín expulsado? No, pronto lo reincorporarán. Mi hipótesis es que el Tribunal de Ética del Club de compatriotas, que lo encabeza su amigote Werner Cabrera, pretende dar la impresión que el PNP es una organización política con bases y vidas orgánicas en Lima y en las provincias. Cosa que es una falacia. En Cajamarca no existen nacionalistas. Apenas se reúnen seis personas incluido el Gobernador Ever Hernández. Ni siquiera tienen local partidario.
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