Los 160 años de independencia de Cajamarca del
centralismo trujillano se celebra en un contexto en que la ciudad del Cumbe no
ha dejado de solucionar los conflictos sociales relacionados con la minería. El
de Conga es conflicto latente que en cualquier momento puede reactivarse.
Además, se inicia un año de campaña política donde aparecen personajes cuyas
intenciones es alcanzar el poder político que, una vez en el poder, gobiernan
no para esa mayoría los eligió, sino para otros intereses. Del mismo modo, se
habla a la saciedad que se vive una profunda recesión económica que, como
consecuencia, se ha perdido empleos y la inversión se ha detenido debido a las
protestas sociales. Por poco asegurar
que vivimos en extrema pobreza.
Cajamarca, en los últimos años, se ha
convertido en una región que ha dependido, suicidamente, de las actividades
extractivistas. Las autoridades no sólo del gobierno nacional, sino de los
subnacionales: municipalidades y región miraron el crecimiento económico de la
región basado en la venta de piedras y no se preocuparon de la diversificación
económica. Todas las autoridades miraron a la minería como desarrollo
sostenible, pero se equivocaron. Despreciaron a las demás actividades que,
antaño, eran las principales actividades del desarrollo de Cajamarca. Aquí un
error más, en 160 años como departamento.
Por otro lado, Cajamarca, a pesar que han
pasado los años después de su independencia del centralismo costeño, no cuenta
con una clase política debidamente organizada y de vida orgánica. Una clase
política que guie su vida política. Sólo han aparecido organizaciones y
políticos mediáticos que buscan la circunstancia.
Esta situación ha permitido que las
autoridades, una vez en el poder, tengan
serios problemas para gobernar a parte de los técnicos que puedan escoger. Una clase política debidamente organizada está en las condiciones de negociar con los
otros poderes fáticos que lleguen a la región. Pero las autoridades que ha
tenido Cajamarca han sido fácilmente sometidas por los poderes económicos que,
de hecho, ya no representaba a la mayoría que eligió en elecciones.
Del mismo modo, no tenemos una clase media
capaz de enrumbar el destino económico de la región cajamarquina como lo tiene
el sur del Perú. Los empresarios que existen y que se encuentran asociados en
la Cámara de Comercio de Cajamarca no son más que intermediarios del gran
capital minero que entró y viene entrando a la región. Cuando surgió el
conflicto Conga, esos empresarios sintieron el problema de ser una clase
empresarial intermediaria, sin ningún capital propio. No fueron capaces de
crear y fortalecer sus mercados e interconectarlo con los otros mercados de
otras regiones vecinas.
En este contexto se celebra el 03 de enero un
año más de independencia de Cajamarca del centralismo costeño. Si seguimos pensando y actuando igual como lo
venimos haciendo, no nos queda otro camino que continuar viviendo en medio de
los problemas y conflictos. Es hora que las instituciones se fortalezcan
y las autoridades cambien de pensamiento. Si los héroes del 03 de enero de 1854 lucharon
contra la tiranía del centralismo trujillano y limeño, las autoridades de hoy
deben de hacerlo contra la tiranía que ellos mismos pretender obviar: gobernar
para poderes fácticos.
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