Por el mes de enero se suele escribir
artículos y ensayos o se celebra actividades culturales sobre José María Arguedas. Mes del natalicio del escritor
indigenista. Recordemos que nació en
Andahuaylas en 1911. Arguedas es uno de los escritores que he admirado tanto y
he tratado de leer sobre su vida y entender el derrotero de todo su pensamiento
que estuvo comprometido en defensa de una clase social postergada hasta las
postremerías del siglo XX. Ese grupo social fue la clase indígena.
A más de 40 años de su muerte, aún se sigue
hablando y escribiendo de él. Tal vez sea el escritor que, a pesar de la
desaparición del indigenismo como ideología y de los intelectuales que formaban
parte del movimiento literario, tenga todavía vigencia en la sociedad campesina
de estos días. Vigencia en el movimiento campesino que, en los tres primeros
lustros del siglo XXI, ha decidido defenderse de los improperios del neocapital
que intenta ingresar en territorios de comunidades andinas e indígenas sin
respetar los derechos e identidad de esas comunidades.
Flores Galindo, en un ensayo sobre Arguedas,
se pregunta: “¿Dónde radicaría un cierto
carácter precursor y futurista _en el sentido estricto del término_ de la obra
de Jose María Arguedas?”. La primera
obra de Arguedas, “Agua” (1935) no es
más que el reflejo de la realidad de la sociedad de ese entonces con tintes
estéticos literarios. Está presente el conflicto entre los Mistis e Indios. A
la clase indígena sólo le queda una posibilidad: dejarse someter o
sublevarse.
En el siglo pasado movimientos campesinos se
sublevaron y tomaron algunas haciendas y se posesionaron en ellas. En pleno
siglo XXI movimientos campesinos se
sublevan, aunque aisladamente, contra el capitalismo que no tiene regulación del
Estado, contra un sistema que los hace que reaccionen. Casi nada cambia.
Continúa el conflicto, el conflicto ya no entre el gamonal y el campesino, sino
éste contra el capitalismo en su nueva expresión con su ideología: el noeliberalismo.
Tal vez sea este fenómeno en la obra de Arguedas que hace que el indigenista aún tenga vigencia en la
sociedad que vivimos.
“La
historia de la Utopía andina es una historia conflictiva, similar a la de
Arguedas. Tan enrevesada y múltiple como la sociedad que la ha producido,
resultado de un contrapunto entre la cultura popular y la cultura de las
élites, la escritura y los relatos orales, las esperanzas y los temores (…) La
utopía en los andes alterna periodos álgidos, donde confluyen con grandes
movimientos de masas, seguido por otros de postergación y olvido. No es una
historia lineal, por el contrario se trata de varias historias”.[1] Esta utopía andina conflictiva, en este tiempo
del capitalismo del siglo XXI, es la que viven los campesinos de hoy con la
intención de defender el derecho a la identidad
y a elegir su propio desarrollo económico. Son los campesinos de las
provincias de Cajamarca, Celendín y Bambamarca que han emprendido su propia
utopía a costo de muertos, criminalización de la protesta y persecución a los
dirigentes que llevan adelante la mencionada utopía.
“Arguedas
y la utopía andina” es el título de otro ensayo que Galindo escribió. En “Buscando
un Inca” el mismo autor define al término utopía y dice que “la utopía andina es los proyectos (en
plural) que pretendían enfrentar esta realidad. Intentos de navegar contra la
corriente para doblegar tanto a la dependencia como a la fragmentación.
Buscando una alternativa en el encuentro entre memoria y lo imaginario: la vuelta
de la sociedad incaica y el regreso del inca. Encontrar en la reedificación del
pasado la solución a los problemas de la identidad”. No se pretende que se reinstale la monarquía inca, sino que
a partir de la historia, de la memoria, se construya una Nación ya no de los
incas, sino de los nuevos peruanos que, actualmente, reclaman ciudadanía.
Parafraseando a Galindo podemos decir: Arguedas y la utopía andina de los
guardianes de las lagunas. La
utopía de los guardianes es ya parte de la historia de Cajamarca. No se creó de
la nada, sino dos fuerzas en conflicto lo inventaron: el capitalismo de este
siglo y el movimiento campesino andino de Cajamarca.
En esta utopía se han derramado sangre y
creado dolor en los familiares de los que han fallecido. Algunos intelectuales
dirán que es una utopía arcaica de los guardianes de las lagunas, los menos
versados en la intelectualidad dicen que son revoltosos y radicales y
antidesarrollo.
A pesar
de todo lo que se diga contra la utopía de los guardianes de las lagunas, es ya
un hecho histórico de Cajamarca.
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