jueves, 18 de septiembre de 2014

Los conciertos de Jholer,toca el violín desde los siete años, hoy tiene diecisiete.

Jholer Cabanillas
Su nombre es  Jholer Cabanillas. Dice vivir en el barrio Pueblo Nuevo al este de la ciudad de     Cajamarca. Me acerqué a preguntarle si era el niño que tocaba el violín hace unos años atrás en el mismo lugar que lo encontré una noche de fin de semana de este año. Me dijo que era él mismo pero que, ahora, no tiene siete años sino diecisiete. Había pasado el tiempo. Él había crecido y ya no se notaba un niño sino un joven que no había olvidado lo que aprendió en su niñez: a tocar el violín.     
_ ¿Quién te enseñó tocar el violín?_ le pregunté esa noche mientras el frío punzaba por detrás de los oídos y los faroles de las luces tiritaban al final de las calles que desembocan en la plaza de Cajamarca donde, hace poco, miles de cajamarquinos se concentraron para defender las lagunas que se encuentran en las alturas de Conga.  
_ Mi papá_, me respondió con una voz tímida mientras afinaba las cuerdas de su pequeño violín y, como siempre, el frío arreciaba a medida que pasaba los minutos de ese viernes del mes de agosto. 
_Tienes que cambiar de violín_ le sugerí. Pero el delgado joven no alzó la mirada y solo un pequeño mechón de su lacio pelo pendía por su frente. No me contestó porque estaba concentrado en afinar su instrumento. Al acercarme más me di cuenta que él había crecido pero el violín no, seguía para que lo tocara un niño.   

 Jholer Ahora es un joven. Se había ubicado en el mismo lugar cuando era niño para tocar el violín.   Ahora que ha pasado el tiempo, ya no es el niño de siete años que tocaba su instrumento en una esquina de la plaza principal de Cajamarca. Por aquellos años el menudo niño llegaba a ese lugar donde siempre se ubicaba, abría el estuche de su violín y en medio del frio andino de Cajamarca, las notas de su instrumento comenzaban a escucharse entre el leve viento que soplaba con dirección a la colina Santa Apolonia.
La plaza no estaba muy desierta esa noche. Por el contrario había turistas que habían llegado para conocer Cajamarca.  Varios de ellos, al escuchar las notas del violín, se acercaron y después de escuchar la interpretación de un tema, pusieron monedas en el estuche del violín. Otros, que paseaban alrededor de la plaza, se acercaban un momento y luego colaboran con unas monedas.  A eso de las nueve de la noche, el joven se retiraba para retornar otra noche como siempre lo hacía cuando era niño.

Si desean conocer de cerca  a  Jholer Cabanillas, usted lo encuentra los fines de semana en una esquina de la plaza principal de Cajamarca interpretando temas con su instrumento cuyo sonido llega al fondo del alma como son el son de los violines. A eso de las ocho de la noche lo encuentra conversando con su violín tratando de  calentar las noches álgidas como las ciudades andinas, sobre todo Cajamarca.   

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