Señor Presidente:
El 3 de julio pasado,
la Policía Nacional y soldados del Ejército Peruano dispararon sus armas de
guerra contra simples manifestantes en Celendín (Cajamarca) mi ciudad natal. El
tiroteo criminal y selectivo dejó un saldo de cuatro muertos, entre ellos un adolescente,
y decenas de heridos. Un quinto cajamarquino fue asesinado el mismo día, en
Bambamarca, también a balazos, por la policía. Y un mes después, su gobierno,
comandante Humala, ha programado el estado de emergencia, mejor dicho las
condiciones que baños de sangre como estos se repitan impunemente.
Con los hechos del 3 de julio culminó una ola de violencia y
agresión sin precedentes contra la población de Cajamarca, por parte de la policía
y la tropa que su gobierno ha enviado a la región para militarizar e intimidar
a los habitantes que se oponen a la devastadora
minería que practica Yanacocha en la zona. “ Por que nos tratan así?” imploró
una humilde madre cajamarquina en una manifestación, en medio de una lluvia de
balazos, culatazos, patadas y puñetes policiales. “¡Porque son perros, pues,
conchatumadre!”, ladró con odio y rabia el uniformado que la atacaba. Desde
entonces flotan en mi espíritu preguntas que me hubiera gustado hacerle en
persona comandante Humala: ¿Esa es la consideración que le merece a su gobierno
la inmensa mayoría de peruanos?¿Esas son
las consignas que el poder ha dado a nuestros soldados y policías para que
traten con sus hermanos?¿Quien les ordenó y atacar de ese modo?
A la tragedia se suma una ironía cruel. Un año atrás, esos
muertos, heridos y golpeados en su inmensa mayoría habían votado por usted, para
que sea Presidente del Perú. Votaron por usted ypor la esperanza, por la
promesa que usted lanzó, libre y voluntariamente, en plazas y tribunas, de que
los defendería, de que impediría que continúe el imperio de la minería salvaje
y sus macabras prácticas, que incluyen la intimidación sangrienta, la violencia
y la corrupción. La víctimas han sido, pues, víctimas de quien creían su
salvador.
Me hubiere gustado escribirle, señor presidente, para
saludarlo y felicitarlo por el primer año de su gobierno y por el cumplimiento
estricto de su programa que prometió a sus electores, a nuestro país, pero, ya
veo, esto me es imposible. Aunque debo confesarle que abrigaba la confianza de
que en su reciente Mensaje a la Nación no sólo nos explicara las equivocadas y
erráticas políticas que su gobierno aplica desde que llegó al poder, sino también,
y sobre todo, que diera una explicación coherente y pidiera perdón a Cajamarca _anunciando
sanciones_ por los crímenes de Celendín y Bambamarca, hechos bárbaros e inimaginables
en cualquier sociedad civilizada. Por eso esperé hasta el último día de julio y
aun la primera semana de agosto, a la espera de una saludable rectificación.
Nada de esto llegó.
Si usted y su gobierno creen que Cajamarca es un rincón
perdido del país al que se puede humillar y despreciar impunemente está
cometiendo otra trágica equivocación. Al respeto tal vez debo recordale que en
pasado ya fuimos ocupados militarmente en dos ocasiones, en 1882, durante la
guerra con Chile, Y 1932, después de la revolución de Trujillo. En el primer
caso, usted, como buen conocedor de nuestra historia, sabe que Cajamarca do la
última batalla victoriosa de los peruanos frente al ejército chileno, que los jóvenes
colegiales cajamarquinos, encabezados por
Gregorio Pita, José Manuel Quiroz y Enrique Villanueva, dieron sus vida
en San Pablo en defensa de su tierra, sus ideales y su patria. Nada de eso está
olvidado. Y en 1932, arriesgando mucho, los celendinos a los revolucionarios
perseguidos y salvaron la vida, entre otros, del escritor Ciro Alegría, que iba
a ser fusilado por los esbirros de la dictadura. Cajamarca sabe pues resistir y
tiene de donde inspirarse.
He dudado ante de enviarle esta carta abierta, consciente de
que el género epistolar ha perdido vigencia. Las circunstancias peruanas, y en
particular las cajamarquinas, por la evidente voluntad de su gobierno de imponer
el proyecto minero Conga, ilegal desde
su raíz, hacen sin embargo este envío urgente e impostergable. Es obvio que si
no hay una rectificación urgente de su gobierno en el actual conflicto, los
costos, en todos los planos, para el Perú y Cajamarca, serán elevados y
terribles. Le ruego por lo tanto que reflexione al respecto y vuelva a su
programa original de gobierno. Es la única salida. Nadie le pide que haga la
revolución, sólo que cumpla con su palabra y vuelva a su programa de
transformación verdadera que una serie de escritores e intelectuales avalamos y
respaldamos, refrendándolo como garantes. El pueblo peruano le ha dado le ha
dado un mandato sagrado que no debe ser traicionado.
A estas alturas, señor presidente, no me queda sino pedirle
que reflexione sobre lo que implicará para usted y para su gobierno su
obstinación por imponer un proyecto que la mayoría de la población de Cajamarca
aborrece intensa y documentalmente, no por odio cerril a la modernidad ni al
desarrollo como creen algunos maliciosos e interesados, sino porque la
experiencia les ha hecho descubrir hasta la sociedad lo que los
ecologistas de todo el mundo saben
ahora: que el ultraextractivismo minero devasta el planeta y mata la vida.
Usted está en el centro de una página decisiva de la Historia del Perú. Usted
elige cómo quedará registrado en ella para siempre.
Atentamente,
Alfredo Pita
Paris, 5 de agosto 2012
La carta no fue publicada por El Comercio, medio aliado del poder económico.
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