lugar donde fueron asesinadas cinco personas |
Para el amanecer del
domingo último, Cajamarca despertó con la información de que delincuentes
habían asesinado a cinco personas entre ellas una mujer. El lugar del crimen fue un club nocturno
ilegal ubicado casi en la zona urbana marginal de la ciudad. El club, ante las narices de las autoridades
de la municipalidad provincial de Cajamarca, prácticamente, funcionaba al
margen de la ley sin que nadie diga algo. Ni los funcionarios de licencias de
la municipalidad, ni la policía nacional
y ni las rondas urbanas pudieron hacer algo para evitar que se produzca
la matanza que los medios locales y nacionales han informado a la saciedad. Los
medios nacionales tuvieron comidilla para los consumidores de programas que son
la nueva sociedad de la cultura frívola.
Con lo sucedido para el amanecer del domingo es
que, una vez más se evidencia, la presencia del Estado es cada vez más
ausente en la sociedad cajamarquina donde
las bandas delincuenciales se apoderan, por las noches, fácilmente de sus
objetivos. El Estado ha sido puesto de lado para dar paso al estado
delincuencial. En Cajamarca, como en
todo el Perú, no existen políticas de Estado que combatan a la delincuencia
organizada. La ausencia del Estado en la sociedad no es un fenómeno peculiar a Cajamarca, sino que también este mal viene padeciendo las ciudades costeñas del país y ciudades
desarrolladas del mundo occidental. El modelo está destruyendo al Estado en tanto
que los políticos se han convertido en sus aliados. Pronto los políticos desaparecerán
para convertirse en operadores del gran
capital dejando de lado el papel que le han encargado, cada cinco años, la población
en las urnas. Ese encargo es defendedla de las injusticias y protegerla del
mundo del hampa. Mientras policías y
militares dan seguridad a las empresas mineras
en las alturas de Cajamarca, el hampa se apodera de las ciudades para
convertirlas en pueblos horribles. Si en Europa
los Estados salvan a los bancos irresponsables que ocasionaron la
crisis, en el Perú el Estado da protección al capital trasnacional dejando de
lado que el hampa se adueñe de los pueblos no sólo costeños, sino andinos. Si
el papel del Estado no se corrige y los políticos dejen de actuar de fantoches del gran capital, la anarquia se adueñará de los
pueblos.
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