En la última visita de los campesinos de Bambamarca y Celendín a las lagunas de Conga junto a los religiosos facilitadores, uno de los comuneros exclamó a través de un megáfono: “Nosotros sólo defendemos nuestras lagunas, nuestras aguas. No somos radicales ni terroristas como nos han dicho. De aquí baja el agua para nuestros animales y sembríos. De aquí baja el agua para tomar” A su turno una campesina humilde narra brevemente: “Llegaron ingenieros y policías de la minera Yanacocha y mataron mis animalitos. Nos golpearon los policías y nos dijeron que salgamos…Nosotros vivimos aquí muchos años con nuestros animalitos”. Estos testimonios y otros más no son más que, de la mayoría de peruanos, exigencias de respeto al derecho a la DIFERENCIA o DIVERSIDAD cultural. Respeto a sus manifestsciones culturales. Buscan, ante un poder imponente, identidad que los niegan con el mensaje de modernidad y desarrollo.
Las comunidades campesinas de Cajamarca, que estuvieron cerca de un mes en paro indefinido y continúan en resistencia pacífica en defensa de sus lagunas y aguas, no hacían más que exigir al Estado cumpla con el derecho a que las comunidades andinas elijan su modo de vida, es decir su propio desarrollo económico. “Lo que nunca se plateó hasta hoy es una utopía de la diversidad que no imponga nada a nadie y que deje a los pueblos ser como ellos quieren ser” dice el antropólogo Rodrigo Montoya y agrega: “La dimensión universal que es legítima sólo puede expresarse a través de un conjunto de derechos esenciales como el derecho a la vida, al trabajo, a la salud, a la libre opinión, a la posibilidad de organizarse, y un nuevo derecho plenamente identificable a fines del siglo XX: el derecho a la diferencia. En el ejercicio de este último derecho los pueblos deben tener garantizada su libertad para hablar sus lenguas, reproducir sus valores y sus formas de pensamiento, sentimientos, emociones y vida”.
Sólo el cumplimiento de este derecho reclaman las comunidades campesinas andinas de Cajamarca. Sin embargo, como respuesta del actual gobierno que dice ser nacionalista, se hizo presente las balas y la sangre. Cinco muertos entre ellos un niño. Esta respuesta de parte del Estado no hace más que fracturar a un más a la sociedad peruana y acrecentar el resentimiento y el odio entre los peruanos. Los que dicen desde la Lima colonial que los cajamarquinos son ignorantes, radicales y terroristas cuando reclaman su identidad a defender sus recursos naturales donde tienen enraizados sus valores culturales, hacen otra cosa que comportarse como Ginés de Sepúlveda que consideraba a los antiguos peruanos como animales e ignorantes que no tenían alma. Ahora, desde la “Lima la horrible”, varios Sepúlvedas, que hacen de políticos, periodistas, empresarios (que se creen dueños del Perú) han aparecido para denigrar a los pueblos cajamarquinos que reclaman únicamente el derecho a la DIVERSIDAD que promueve el mismo gobierno. El derecho a defender su modelo de vida que ellos han elegido.
Hay algo, todavía, de colonialismo en el Perú. Aunque no con las mismas personas del siglo XVII pero sí con otras personas e instituciones que hacen que el Perú aún no sea una Nación con un Estado humano. Es decir no hay Estado-Nación el Perú. Hay pequeñas naciones como la de Cajamarca que ha emprendido una lucha pacífica en la búsqueda de su propia identidad que el poder un modelo lo quiere negar en complicidad de un poder político desprestigiado y corrupto. Cajamarca es una pequeña nación que ha salido a las calles a defender el derecho a la diversidad cultural, esta diversidad expresada en la defensa de sus recursos naturales donde tienen sus formas de vida. Su mundo de vida basada en el agua. Si antes para el poblador andino la tierra era su alma, ahora lo es el agua que cada día es escaso. A mediados del siglo XX el campesino luchaba por la tierra contra el gamonal, ahora lucha por el agua contra las trasnacionales mineras que la destruyen y contaminan. En Cajamarca ha comenzado a crecer una identidad que otras regiones ya la tienen construida, esa identidad se expresa en las voces de los cajamarquinos que luchan en la defensa de sus lagunas, por las calles. "¡Cajamarca, te quiero por eso te defiendo!", son las voces de nacionalismo profundo.
Rodrigo Montoya al referirse a un socialismo mágico como salida dice: “La magia es también sinónimo de vida, de afectos, de música, de canto, de danza. Si la libertad puede enriquecerse con esos elementos dentro de una concepción renovada y enriquecedor de socialismo, la política volverá a vincularse con la vida de donde fue arrancada por las versiones totalitarias capitalistas y comunistas.”
El fondo es que, Cajamarca, ha emprendido su lucha por recuperar su identidad y dignidad que hace casi veinte años la que quisieron destruir. Todavía está a punto de recuperarla.
(Fotos: El Maletero)
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