jueves, 5 de julio de 2012

Relato de la detención violenta de un sacerdote.

Era aproximadamente las once de la mañana. El sol calentaba fuertemente el centro de la plaza principal de Cajamarca. El padre Marco Arana, con dos letreros tanto en la espada como en el pecho tirados por dos cordeles, apareció por el jirón Dos de Mayo rumbo a la plaza de armas donde una bandera, de color negro, a media asta trataba de flameaba con dirección a la colina Santa Apolonia, que había sido izada la noche anterior como símbolo a los caídos en Celendín.

El sacerdote avanzaba acompañado de otra persona de contextura delgada y estatura no muy alta. Llevaba puesto una casaca de tela con cuello color blanco polar. Las personas a su paso lo saludaban y, mi persona y otro amigo periodista, también lo saludamos. Él nos contestó con un movimiento de cabeza como contestado el saludo.

El padre, pocos metros al llegar al centro de la plaza, se encontró con un grupo de periodistas que lo abordaron para entrevistarlo. Mientras era entrevistado, en esos momentos la policía vuelve a reprimir a las personas que transitaban por la plaza y algunas que estaban sentadas en las bancas. Hay un desorden y bombas lacrimógenas por todos lados. Entre gases e insultos, los policías aparecen disparando más bombas y se pierden por las calles adyacentes de la plaza tras las personas para golpearlas. Cuando vuelve una leve calma, el padre Arana aparece siempre acompañado de la persona de contextura delgada como si fuera su seguridad, con los letreros rotos que estaban en su espalda y pecho. Los tenía en las manos. La policía ya lo había reconocido.

El sol seguía calcinando el centro de la plaza. Un fugaz viento sopló pero el sol era intenso. El cielo era totalmente despejado. Ni una nueve. Después de recuperarme de los gases lacrimógenos caminé al centro de la plaza para ver qué es lo que sucedía mientras los policías reprimían a las personas en las calles que rodean al mercado central. Volví a encontrarme con el amigo periodista, Lucanito, y conversamos un momento. Mientras conversamos y avanzábamos vimos al padre que declaraba a un medio nacional a través de su corresponsal. Nos acercamos. También gravamos sus declaraciones. En esos instantes cerca de treinta policías, bien unidos por los hombros, bajaron hasta la esquina de la plaza de armas con la intención de sacar a todos de la plaza. Pero ya habían puesto los ojos en el padre Arana.

Los policías llegaron a la esquina de la plaza. Se detuvieron un momento. Hubo un pequeño diálogo entre ellos. Luego retornaron ya no por la calle sino por el jardín de la plaza y con dirección al padre Marco quien, después de declarar a la prensa, estaba sentado en una de las bancas acompañado de una persona de edad con el pelo cano y por la misma persona que lo acompañaba. Un policía lo cogió por detrás. El sacerdote se levantó. Otro policía lo cogió del cuello y los demás comenzaron a golpearlo. “No me peguen, no me peguen. Voy caminando” exclamaba el padre. La persona que siempre lo acompañaba nada pudo hacer ante cantidad de jauría con cascos y palos. Yo trataba de captar la mayor cantidad de fotos posibles a la distancia porque también intentaban golpear a la prensa. Un policía ordenó que taparan con los escudos. “Tapen con los escudos, tapen con los escudos carajo” se escuchó la voz del policía. El líder ambientalista fue conducido con dirección a la gobernación, a medida que lo llevaba lo pateaban por detrás que, por las patadas, tuvo que caerse. Los policías se detuvieron, enseguida lo levantaron en peso y lo hicieron caminar ante los gritos de señoras que pedían que lo suelten, pero la jauría respondía con disparos.

Al llegar a la gobernación los escudos se abrieron y se vio que un policía de contextura gruesa, de piel oscura le daba al padre un golpe de puño en la cara. El padre movió la cabeza y alzó las manos en señal de paz hasta que llegó a la camioneta que lo condujo a la primera comisaria. Antes dos sacerdotes franciscanos trataron de defenderlo, pero era tarde. La camioneta se perdió con dirección a la calle Belén.

El sol seguía quemando. Del mismo modo los policías seguían golpeando a las pocas personas que quedaban en la plaza. Una señora cuestionó molesta a un policía diciéndole: “por qué nos tratan así”. El policía, que minutos antes le iba asentar un varazo a la misma señora que se ve en los videos colgados en las redes, le contestó: "porque son perras concha tu madre”.  La señora se calló un instante y de segurò pensó: " El Perú se sigue jodiendo con estos presidentes".

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