lunes, 12 de noviembre de 2012

Del Indigenismo al campesinado cholo de Conga:la utopía Andina.

Rondas campesinas de Bambamarca

Si bien el indigenismo, que surgió por los años veinte del siglo pasado, que surgió como corriente ideológica, tuvo su momento de ebullición cuya intención era defender al indio, al heredero del Tahuantinsuyo, al heredero de los pueblo preincas; empero no cumplió, en el fondo, reivindicar al indio porque las atrocidades y los abusos contra aquel heredero, después de la Independencia y durante la República, fueron monstruosas.

Intelectuales, escritores y artistas, frente a los hispanistas, que añoraban la colonia y el sistema de  gobierno virreinal, salieron al frente para defender a la clase indígena. Unos lo hicieron desde el ángulo racista y cultural, otros desde la visión social y económica y unos terceros desde el punto de vista moral y andinista. Después hubo otros, que hablaban del problema del indio, desde la posición del mestizaje y otros de una salida de cooperativismo de tinte socialista. Pero hasta la muerte de José María Arguedas en 1969, esos intelectuales y artistas sólo expusieron teorías y argumentos pero nada pudieron hacer para que se evitaran masacres y asesinatos, de los gobiernos de turno, contra los comuneros que, en los años veinte y cincuenta, reclamaban la recuperación de sus tierras que les habían usurpado durante la colonia.

Esas masacres y asesinatos, en un nuevo contexto, se vuelven a repetir hoy pero ya no contra aquel indio, que le engañaron que iba a ser libre con la Independencia, sino contra el campesinado de estos días que ya no reclama tierras, sino tranquilidad de vida en su ecosistema andino. Es decir, reclama su andinismo que es amenazado por el capital codicioso y corruptor. Aquel andinismo del que hablaba  Uriel  García en su libro “El nuevo Indio” que, a pesar de ser publicado en 1930, todavía uno de sus postulados se ha aplicado en las protestas contra el proyecto minero  Conga.

Un nuevo conflicto ha surgido. Un conflicto ya no entre el hacendado o Misti (aliado con el Estado) y el indio, sino entre la trasnacional minera (representante del capital mundial) y el campesinado que ya no es indio, sino campesino cholo. Este campesino cholo, que tiene algo de mestizaje pero todavía con su cultura enraizada en su ser que la modernidad no lo ha sometido, sin ese indigenismo y sus indigenistas, ha salido al encuentro de un modelo que siente que destruye no sólo su cultura sino su modelo de vida. Este campesino cholo ha dicho: ¡Basta, la vida se respeta!

El campesino cholo de los andes de la primera década del siglo XXI, en especial el campesino cajamarquino, que creyó en un falso político que se presentó como nacionalista y defensor de los intereses de la clase campesina, ya no es un indio, un comunero de “Yawar Fiesta”, sino un campesino mestizo de las comunidades de Bambamarca y Celendín que aún la modernidad no ha terminado con su cultura. Es un campesino cholo que no se deja someter fácilmente no sólo por el gobernante que lo traicionó, sino por el capital voraz y amoral. Manuel Ramos, Edy Benavides y otros campesinos apoyados por buena parte de citadinos de las provincias de Cajamarca, Bambamarca y Celendín, en el 2011, enrumbaron la primera rebelión del presente siglo que aún no termina. Esa rebelión lo llamaré la rebelión de los campesinos cholos.
   
Luis E. Valcárcel, en 1927, en  su libro “Tempestad en los andes” anunciaba la pronta llegada de una tempestad que haría cambiar la situación del indio de la época. Esa tempestad ha llegado con el conflicto Conga que ha hecho tambalear no sólo la estructura corrupta del actual Estado (se tiro dos gabinetes con su primer ministro), sino al gran capital con su ideología neoliberal que tiene serios problemas de crisis en el viejo continente. Pero la tempestad no es para reimplantar la estructura sociopolítica del Perú antiguo ni para discutir que una raza es mejor que la otra, como pensaba Valcárcel, sino para exigir respeto a ese andinismo telúrico y mágico religioso, respeta al paisaje de la sierra que un modelo lo quiere destruir. Respeto a los cerros donde las lagunas nacieron y son fuentes de agua, que  dan vida a las comunidades donde vive el campesino cholo de ahora. Esa tempestad aún no termina y que, posiblemente, si ese modelo y el mundo andino no se ponen de acuerdo, termine en violencia sometiendo el uno al otro.

Puede que sea utopía arcaica el indigenismo que defendieron los intelectuales indigenistas del siglo pasado, pero no se puede negar la peruanidad de los campesinos cholos de ahora. Peruanidad expresada en reclamar derechos y respeto a sus pequeñas naciones que forman una sola nación peruana.

Los indigenistas encendieron la mecha del debate para defender al indio en el siglo pasado, hoy los activistas lo hacen para defender al campesino cholo. Los hispanistas, agrupados en la generación novencentista o arielista, redujeron al mínimo al indio del siglo pasado, ahora políticos desprestigiados, corruptos y mal visto por la sociedad, además de periodistas, insultan al campesino con contenido semántico racista.

Hemos llegado al campesino cholo de ahora desde el indigenismo del siglo pasado que salió en defensa del indio. La cholificación ya no es utopía arcaica, sino utopía andina.       
                

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