miércoles, 13 de noviembre de 2013

Movimiento campesino y un Estado parcializado( resumen de un ensayo)

Las provincias del interior del Perú, incluida Cajamarca, en la primera década del siglo XXI, han sufrido cambios sociales, económicos, demográficos, debido al modelo económico de desarrollo que unos defienden y otros rechazan: el libre mercado y las inversiones de capital extranjero sobre todo en extractivismo. Las capitales de las regiones, demográficamente, han crecido hasta hacinar las zonas de expansión urbana y las laderas de los cerros como es el caso de Cajamarca. Han puesto en jaque a los planes de crecimiento urbano (si es que lo tienen) de los gobiernos locales. Ha sucedido el fenómeno de migración de las demás provincias y distritos a la capital de la región donde se encuentra la trasnacional minera más grande de Suramérica: Yanacocha. La inseguridad es cada vez más fuerte. El Estado es cada vez más débil en aplicar políticas públicas y combatir la inseguridad.  En fin, muchos otros fenómenos que es consecuencia del actual modelo  de crecimiento económico que vivimos.

En este contexto, en casi la mayoría de las provincias del país, ha surgido un nuevo fenómeno de comportamiento social de aquel grupo humano que, desde inicio de la República, ha sido muy golpeado y marginado. ¿Cuál es aquel grupo humano? Es el campesino de los andes y grupos étnicos de las comunidades indígenas de la amazonía. (Muchos intelectuales e indigenistas del  siglo pasado salieron en defensa de estos grupos sociales). El fenómeno, que se percibe en las actuales circunstancias del presente siglo, es escenas de nuevas movilizaciones de campesinos de los andes y de indígenas de la amazonía que se extiende, aisladamente, en casi toda la franja de los andes del país y la región amazónica. Cajamarca, en el 2011y 2012, en el conflicto Conga, fue escenario de movimiento campesino.

En el siglo pasado, las movilizaciones o rebeliones campesinas, como lo llamaron los estudiosos e investigadores sociales, fueron contra el gamonal, el hacendado, contra el oligarca que tenía a su favor el poder político y la clase política que ostentaba el poder. Contra el hacendado que era dueño no sólo de las tierras del campesino, sino de la vida del mismo campesino. Actualmente, las movilizaciones campesinas han comenzado a crecer,  aunque aisladamente, protestando contra dos instituciones: El Estado y las empresas trasnacionales, mineras sobre todo. Es decir, contra un Estado ineficiente y parcializado y un sistema económico salvaje.

Con respecto al primero, los campesinos han sentido y siguen sintiendo que el actual Estado es su enemigo, el que está contra ellos (como lo fue en la década de 1920 y 1950, campesinos cajamarquinos murieron baleados por el hacendado Juan Puga Estrada sin que el Estado pueda hacer algo). Los campesinos de hoy sienten que les quieren arrebatar sus tierras con el pretexto de las inversiones y la modernidad. Sienten que asechan contra su modelo de vida, es decir contra su modelo económico, en otro términos, contra su utopía andina. Sienten que pisotean su derecho a la diversidad cultural. Sienten que no son representados por aquellos que eligieron democráticamente. Sienten que no tienen Estado. De esta manera, se evidencia, una vez más, la divorciada relación de Estado- Nación, problema histórico por solucionar.

Contra esta forma de comportamiento del actual Estado y de los gobernantes que están al frente del gobierno y de los grupos económicos de poder, se movilizan los campesinos de la serranía peruana. Éstos son hijos y nietos de aquellos campesinos que vieron la Reforma Agraria de Velasco. Los campesinos hoy, al ver que sus derechos no son respetados, salen a las plazas, calles y carreteras. Luego toman alguna medida (bloquen carreteras), pero como el Estado considera que eso no está legalizado, los protestantes son golpeados y masacrados por las fuerzas policiales y los líderes perseguidos y denunciados hasta encarcelarlos. Aparece la figura: criminalización de la protesta social que el gobernante de turno hace uso cuando no tienen otras alternativas. Las movilizaciones del campesino de hoy son para exigirle al Estado que cumpla su función reguladora y hacer que tengamos una nación fuerte, colectiva, unitaria, (donde los grupos sociales convivan respetando sus derechos mutuamente), sin zanjas de separación que exprese: odio, revancha y venganza; es decir, una nación dividida.

Pero el Estado actual en vez de establecer una nación jurídicamente establecida, con el pretexto de la modernización, viene haciendo crecer en la clase campesina, amargura, dolor y rencor (como siempre lo ha hecho en el proceso histórico del Perú),  y  está dejando que los demás grupos sociales (empresarios y trasnacionales) de toda la estructura social, vulnere los derechos de otro grupo social (campesinos), vulnere los derechos como a la vida, libre tránsito, propiedad y, sobre todo, a elegir su modelo de desarrollo. Campesinos, en conferencias de prensa, denuncian que la empresa minera asentada en Cajamarca, no les permite transitara por sus caminos para llegar a sus comunidades.

Con respecto al segundo, es decir con las empresas mineras asentadas la mayoría en la franja de la serranía, sierra norte en caso de Cajamarca, las nuevas movilizaciones de los campesinos tienen su propia forma de manifestación que en algunos casos se repiten en otras regiones. Lo que sucede es que, ante la ausencia del Estado que pueda regular las acciones de las organizaciones sociales públicas y privadas, los campesinos han decidido movilizarse y enfrentarse a las empresas mineras que están violando sus derechos.

Ahora las movilizaciones ya no es contra el gamonal que  les quita sus tierras y les explota con el sistema de arriendo; sino contra la transnacional minera que, protegida por el Estado, también les prohíbe transitar por sus propiedades que han sido sometidos al denuncio minero sin tener en cuenta la participación del campesinado, es decir la consulta previa. A la fecha, más de 70% de territorio cajamarquino ha sido denunciado para la minería y el 23.4% del territorio de Piura está concesionado a empresas mineras. “La empresa Río Blanco cuenta con 6 700 has. y se le da la posibilidad de comprar  las 21 000 has. de la empresa  Mayarí (…) Con estas 28 000 has. abarcarían los distritos de Ayabaca, Carmen de la Frontera y Pacaipampa, donde se ubican las lagunas que abastecen del recurso a la región”.[1] 
 
Pero los problemas con las empresas mineras van más allá, así como el incumplimiento de acuerdos firmados con los campesinos, la reducción de las aguas en los canales de regadío, desaparición de los manantiales en las cabeceras de cuenca, destrucción de lagunas y páramos de las partes altas de las cuencas.  El tema principal por lo que los campesinos han decidido rebelarse es el agua, líquido elemento que, en los últimos años, en el planeta, ha ido en escasez. Los campesinos consideran que las empresas mineras, con sus operaciones, han alterado la calidad y cantidad de las aguas que discurren por sus ríos y quebradas. Ante estos problemas, el Estado no ha querido dar solución a los grupos en conflicto. Más bien la institución del Estado se ha mostrado parcializado hacía uno de los grupos que ostenta el poder económico: empresa minera que representa al capital extranjero.

Respecto al conflicto entre el grupo social campesino y el grupo empresarial minero, en Cajamarca, hay varios ejemplos. En el 2004, la ciudad del Cumbe fue escenario de una las movilizaciones más grandes que haya registrado el proceso histórico cajamarquino y  que tuvo su origen por la acción directa de los campesinos de las zonas aledañas de las operaciones de la empresa minera Yanacocha. Los comuneros se enfrentaron no sólo a las fuerzas policiales que representaban al Estado, sino a la seguridad privada de la empresa minera quienes, avalándose en algunas resoluciones del Ministerio de Energía y Minas, intentaban explorar y explotar uno de los acuíferos (Quilish) más importantes no sólo para la agricultura y ganadería de los campesinos, sino de la zona urbana. La batalla campal fue brutal y con desventaja para los campesinos. En el 2004 la protesta avanzó del campo a la ciudad, fenómeno que comprometió a toda la población citadina. En el 2011 y 2012, el conflicto Conga, que involucró a citadinos y campesinos de tres provincias, puso en jaque al ejecutivo del gobierno de turno. Fue la protesta social que tuvo como aliado de los campesinos, a diferencia del conflicto anterior, a las autoridades del gobierno regional con  Santos Guerrero a la cabeza.  

Quilish y Conga, en Cajamarca, son señales que, los campesinos y la población en mayoría, mostraron signos de no sometimiento ante los abusos de un nuevo grupo económico: las trasnacionales mineras; sino que se notó la presencia de un cholo (nueva vertiente cultural que no se somete fácilmente)  que dialoga, exige el cumplimiento de las leyes y normas y las pone al frente para poder convivir. El problema surge cuando esas leyes y normas son violentadas por uno de ellos y el actual Estado no sanciona, y como consecuencia, los campesinos salen para enfrentarse a las trasnacionales que son protegidas por un Estado cómplice. Es en este momento que, el campesino de hoy, tiene dos enemigos al frente y no tiene otro camino que enfrentarlos: el Estado y el grupo social privado minero. Contra ellos son las movilizaciones de los campesinos de este tiempo. Contra ellos y contra un sistema que los maltrata y margina.

Otro ejemplo de movilización campesina que también transcendió a nivel nacional y tuvo que intervenir el Estado cómplice, fue el enfrentamiento que libraron los campesinos de la comunidad campesina de Combayo donde murió el comunero Isidro Llanos que hasta ahora no sentencian al responsable del asesinato. Sin embargo, los que encabezaron la movilización, estaban a punto de ir a la cárcel. Una muestra más que, en el Perú, el Estado siempre ha convivido, en complicidad, con un grupo social que ostenta el poder económico (hoy capital extranjero). Una muestra más del divorcio entre Estado- Sociedad. La movilización de Combayo significó que los campesinos estaban reclamando justo derecho: al agua y la vida. Por lo que los gobernantes y el Estado no tuvieron otro camino que sentarse a conversar con el grupo social campesino y el grupo empresarial para llegar a acuerdos y compromisos que muchos no fueron cumplidos.

Majaz, en la provincia de San Ignacio, en el 2004, fue escenario de la toma del centro minero donde se quemaron camionetas por parte de ronderos campesinos. Después de cuatro años, el líder campesino Estanislao Quispe Mego, presidente de las Rondas Campesinas de San Ignacio, es detenido y trasladado en helicóptero a Chiclayo. El proyecto Río Blanco a cargo de la empresa  china Xiamen Zijin  es  otro ejemplo de cómo los campesinos se movilizan y se enfrentan a las trasnacionales mineras. Y en Cajamarca, campesinos de San Cirilo no permiten que Yanacocha extiendan sus operaciones,  lo mismo sucede en el centro poblado  de Alto Perú en la provincia de San Pablo, donde existen más de treinta lagunas que abastecen a la cuenca del Jequetepeque.

En resumen, lo que se puede notar en los diez primeros años del siglo XXI es la presencia de nuevas movilizaciones campesinas que le reclaman al Estado su intervención, su presencia en la sociedad civil, su presencia reguladora en la cancha del actual modelo económico. Y como los campesinos no ven la intervención de la entidad estatal, ellos asumen a través de una especie de un desborde social campesino al tomar las carreteras o atacar los campamentos mineros para ser escuchados y entrar al diálogo. De esta manera, intentan reemplazar al Estado cómplice y ausente. Ellos consideran que la única manera de ser escuchados es haciendo presión al Estado y a las trasnacionales, pero a éstos no les gusta y lo que salen diciendo es: “con presión no podemos dialogar”.

En otras palabras, las nuevas movilizaciones campesinas es consecuencia de la presencia de dos pensamientos: uno homogenizador y el otro local y regional. El primero es la ideología Neoliberal, pensamiento imperante en este tiempo. El segundo es el pensamiento campesino andino. La ideología Neoliberal “es la libertad del individuo y descansa en dos supuestos: el de la esencia egoísta, competitiva y agresiva en el género humano; y el de la propiedad privada. Éste es un principio intrínsico de la ideología liberal y constitutivo de la esencia humana. Pues para ella no existe ni puede existir libertad humana sin propiedad privada, en tanto marco, condición y organismo para la realización de la libertad. Esta doble racionalidad, libertad y propiedad privada sustentan la existencia del liberalismo económico y político”[2].  Además, esta ideología  tiene su propio modelo económico: libertad de mercado.
En tanto el pensamiento campesino andino, que no es una ideología extendida en el planeta y que no tiene sus gonfaloneros teóricos; sino que es más bien local, exige justicia social e igualdad, exige lo contrario de lo que los liberales dicen que “la miseria, ligada a la desigualdad y la injusticia, es un hecho natural del sistema y por tanto un asunto privado; cualquier intervención por parte del Estado para resolverla es el comienzo de la tiranía”[3]. La confrontación de estas dos ideologías ha desatado las nuevas movilizaciones campesinas que han terminado en torturas y asesinatos impunes. (En el 2005 campesinos de Ayabaca y Huancabamba, en la Zanja, después Río Blanco, fueron torturados y uno de ellos asesinado, en el 2012 murieron cinco personas en Bambamarca y Celendín).  

 De modo que, antes que los pueblos andinos donde hay inversión de capital extranjero continúen ensangrentándose, es necesario la presencia de un Estado con equidad, moderno y regulador. Keynesiano dirían otros. Para enfrentar los cambios ocurridos en el nuevo modelo global. Un Estado que no permita el desconocimiento a la identidad nacional que se expresa en el derecho a la diversidad cultural y no permita que otros grupos sociales destruyan la construcción de una Nación. “De lo que se trata es de construir un estado ‘antiimperialista’ que tenga la fuerza suficiente para negociar con el imperialismo en condiciones de igualdad neutralizando su lado expansivo y explotador  y aprovechando  el positivo”[4]
En estas movilizaciones campesinas vuelve a plantearse el viejo problema que, los historiadores, lo han explicado en todo momento. El viejo problema de Estado-Nación.
 




[1] La República, martes 30/12/ del 2008

[2]Mitos del Derrumbe de Socialismo Soviético  en la Ideología Neoliberal. Camilo Valqui Cachi. pp. 39-40 
[3] Obcit.pag.41
[4]  El antiimperialismo y el para  en el  siglo XXI. Nelson Manrique. La República

No hay comentarios: